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Capítulo 1 Reconocimiento de la familia

Santa Aurelia. Filial de Corporación Quetzal: azotea. El helicóptero aterrizó con lentitud, se abrió la escotilla y una figura alta y hermosa descendió con agilidad hasta la terraza. La asistente la siguió de inmediato. Un hombre con traje se apresuró a recibirla, y su tono delató cierta tensión: —Señorita Susana, ha llegado usted. Fue un viaje largo y agotador; ¿le gustaría ir a comer? —Directo a la oficina —respondió Susana con voz fría. Su bonita y definida cara no mostraba emoción alguna; su mirada era distante, aunque no lograba ocultar la nobleza innata de una señorita de familia distinguida. En realidad, Susana había sido adoptada de un orfanato por la poderosa familia Morales. Las primeras familias que intentaron acogerla la devolvieron pronto al descubrir que no hablaba, despreciándola sin contemplaciones. Los otros niños del orfanato, celosos de sus múltiples adopciones fallidas, la acosaban e intimidaban. En un incidente, Susana salvó a Mariana Rojas, por lo que Mariana y Samuel Morales decidieron adoptarla. Para agradecerles, Susana se entregó con ahínco al estudio: mientras los demás jugaban, ella aprendía incansablemente diversas habilidades, temerosa de ser rechazada de nuevo. Por fortuna, los Morales la trataron con sinceridad y cariño, lo que la hizo crecer con confianza y generosidad. Hace un año, la familia Morales encontró a sus padres biológicos. En esta visita a Santa Aurelia, Susana no solo venía a impulsar la filial, sino también a reunirse con ellos; al pensarlo, sintió un leve nerviosismo. —¿Está todo preparado? —preguntó Susana. La asistente respondió enseguida: —Señorita Susana, no se preocupe, todo está listo. ¿Cuándo partimos? Susana meditó un instante. —Me asearé un poco y saldremos. —Por supuesto. Después de ducharse, Susana se cambió a ropa limpia. Al salir, vio que los documentos y proyectos de la empresa ya estaban sobre la mesa. Solo echó un vistazo y, para su sorpresa, encontró un nombre conocido. —Grupo Solamérica... —murmuró Susana. Resultaba que se trataba de un proyecto de la empresa de su familia biológica, quienes buscaban firmar una colaboración con la filial de la familia Morales. La familia Valdez era un pequeño linaje de la alta sociedad que, el año anterior, había estado al borde de la quiebra. Cuando Susana descubrió su origen, comenzó, con el apoyo de Samuel y Mariana, a ayudar en secreto a los Valdez. Pronto, los Valdez superaron la crisis y, en poco tiempo, se consolidaron como una de las cinco grandes familias de Santa Aurelia. Pero entonces Susana tenía un proyecto importante y no pudo reconocer a sus padres de inmediato, lo que pospuso este encuentro hasta ahora. Susana hojeó rápidamente los documentos. Según los criterios normales, Solamérica no cumplía con los requisitos de cooperación. Sin embargo, tras pensarlo un momento, decidió aprobar el proyecto y lo entregó al gerente de ejecución. Acto seguido, se dispuso a partir hacia la casa de los Valdez. Al elegir vehículo, Susana dudó un instante y optó por el más sencillo. Al fin y al cabo, comparada con la familia Morales, la familia Valdez era demasiado pequeña. Si llegaba de manera ostentosa, temía que sus padres se sintieran incómodos. En la casa de los Valdez. Como una de las cinco familias más poderosas de Santa Aurelia, la mansión de la familia Valdez era imponente. Ese día estaba decorada con gran esplendor para celebrar el logro de la señorita de la familia, Dolores Valdez, quien había obtenido el primer lugar en el concurso de piano de Santa Aurelia y estaba a punto de competir a nivel nacional. En la sala, el ambiente era cálido. —Dolores, eres maravillosa. —La elogió Laura Rodríguez con cariño. Ella curvó ligeramente los labios en una sonrisa, pero enseguida bajó la mirada con expresión de preocupación. —Dolores, ¿qué ocurre? —preguntó Laura con inquietud. Fabián Valdez, que estaba al lado, no dijo nada, pero también la miraba con preocupación. Dolores mordió sus labios y, tras dudar, confesó: —Tengo miedo de que mi hermana regrese. Si no nos llevamos bien, ¿qué haré? He ocupado el lugar de mi hermana durante tantos años... ¿Y si ella me odia? Sus ojos se llenaron de lágrimas y su mirada reflejaba tanta ansiedad que tanto Laura como Fabián sintieron un profundo dolor. Laura la consoló. —Dolores, no te preocupes. Después de tantos años, hace tiempo que te consideramos nuestra hija biológica. Apenas la hemos visto en años. Te aseguro que, aunque regrese, no afectará en nada tu posición. La mirada de Dolores mostró emoción, aunque en su cara seguía reflejándose la angustia. Estaba por decir algo más cuando Benito Valdez bajó emocionado desde el piso superior. —¡La Corporación Río Claro aceptó colaborar con nosotros! —¿De verdad? —Laura se mostró sorprendida. Benito asintió. —Acabo de recibir la noticia. Mañana me reuniré con ellos para negociar. Es muy probable que se cierre el trato. —¡Qué maravilla, por fin lo logramos! —Ella no pudo evitar sonreír. —Dolores, ¿a qué viene ese comentario? —preguntó Benito con extrañeza. Dolores miró las caras de todos, apretó los labios y finalmente reveló. —En realidad, fui a ver al CEO de la Corporación Río Claro para pedirle que le diera una oportunidad a papá. Y no imaginé que realmente tendría éxito. —Vaya, fue gracias a ti. Dolores, siempre traías suerte a esta familia. Cuando la familia Valdez casi quebró el año pasado, también fue tu gestión la que nos consiguió numerosos patrocinadores. —Dijo Laura con orgullo. —Ayudar en casa era lo que debía hacer. —Respondió Dolores con dulzura, aunque pronto bajó la mirada de nuevo: —Pero... papá, mamá, Fabián... Susana regresaba después de tanto tiempo; verla allí podría incomodarla. ¿Debería mudarme antes para darles más espacio y fortalecer los lazos familiares? —¡Ni lo pensaras! —Iintervinieron al unísono Fabián, Benito y Laura. Fabián frunció el ceño: —Dolores, para mí eras como mi hermana de sangre. Añadió Laura con seriedad: —Sí, Dolores. Durante años te habíamos considerado nuestra hija de verdad. Si Susana volvía, para nosotros solo sería una hija más; la familia Valdez podía y debía asumirlo. —No volvieras a decir algo así. —Sentenció Benito con voz firme. Dolores, siempre una dama formada con esmero, versátil y mesurada. Había ayudado una vez más a la familia Valdez a lograr el acuerdo con Corporación Río Claro. Y esa hermana de sangre... Aunque nadie conocía su situación, seguro no podía competir con Dolores. Apenas la mencionaron, un criado irrumpió: —Señor Benito, había llegado alguien. Al oír esto, todos alzaron la vista y vieron, recortada contra la luz, la figura de una joven que entraba. Llevaba blusa blanca y vaqueros; irradiaba juventud, y su rostro delicado y bello era imposible de ignorar.
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